viernes, 28 de mayo de 2010

"Crónica de un verano" de Jean Rouch (1967).


"¿Es usted feliz?

La pregunta que realizan Rouch (y Edgar Morin, su colaborador y sociólogo) a sus sujetos tiene lugar en un contexto particularmente agitado. Es la antesala de mayo del 68, con la formación de grupos de resistencia pro-Algeriana al interior de ciertos núcleos estudiantiles y obreros. Rouch sería cuestionado tiempo después de la parcialidad de escoger sujetos que en su mayoría pertenecieran al grupo político "Socialismo o barbarie". Sin embargo, a pesar de cierta homogeneidad en posturas ideológicas, las vivencias y contextos culturales de cada sujeto representan un gran reto de convivencia. Rouch en Crónica de un verano hace un cine que detecta grietas en la sociedad y mediante la provocación de la convivencia, de la exposición del dolor y los prejuicios, logra sanar.



Una cuestión que se ve redondeada con una de las secuencias finales, en las que después de la proyección se encuesta a los sujetos participantes qué les ha parecido el film, es la de la verdad.

Existe una discusión a partir de la secuencia que ubica a Marceline caminando por la Plaza de la Concordia mientras la escuchamos hablando de su padre, quien murió en un campo de concentración. Es un momento conmovedor, pero que está filmado en otra convención que el resto del film (no evidenciando la factura cinematográfica). Algunos de los sujetos apelan que resulta artificial y Rouch contesta que para él esa secuencia es la más auténtica de Marceline. Ya sabemos que ella lleva tatuado un número de identificación de los campos, es decir, que el dolor que proyecta su discurso no carece de un fundamento real, por más fabricada que sea la escena. En lo personal, ahí está el mayor alcance del verité, en ese momento en el que una secuencia rodada bajo esas convenciones sirve para reforzar una más poderosa, donde el lenguaje cinematográfico alcanza su máximo esplendor sin distracciones de su propio evidenciamiento.

Y es que al más puro estilo provocador de Rouch, la secuencia con la que se vincula la caminata de Marceline es un diálogo de algunos sujetos en los que se les pregunta a un estudiante africano si saben de qué es el tatuaje que esta chica lleva en la mano, un número. Es 1960, apenas quince años han pasado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Él contesta que debe ser un adorno. Los participantes en la mesa resultan muy afectados. ¿Qué diferencia tiene esta secuencia con la de Marceline caminando en términos de la validez de su construcción? Él explica :

JR: Aquello fue una provocación. Cuando vi el film por primera vez me di cuenta que yo tenía una sonrisa muy cruel; que me incomoda aún hoy. Mire, estábamos almorzando ya fuera del Museo de Arte y empezamos a hablar del antisemitismo.
Cuando hice la pregunta, el aislamiento y los supuestos culturales emergieron dramáticamente. Antes de este momento la gente estaba jovial y riendo. De pronto los europeos empezaron a llorar y los africanos quedaron totalmente perplejos, pensaban que el tatuaje era un tipo de adorno. Todos quedamos profundamente afectados. El camarógrafo, que era uno de los mejores documentalistas estaba tan afectado que el final de la secuencia está fuera de foco. Paré la filmación para dar a todos la oportunidad de recobrarse. Ahora bien; si éste es un momento “verdadero” o un momento “armado”, ¿tiene alguna importancia?

(http://www.antropologiavisual.cl/entrevista_rouch.htm)


La verdad en Rouch funciona en la relación de las secuencias. Una niña observa que "no es posible mentir frente a la cámara" y es que, claro que se puede intentar, pero en el momento que un intento de mentira es contrastado con un momento genuino, en el primero se pueden observar intenciones por contraste. Así, otro personaje del film, Marilou, en toda su honestidad desesperada, nos presenta otro tipo de representación genuina comparada con las tomas que retratan a Nadine y a su pareja. No es que éstas sean menos verdaderas, pero los esquemas de representación son diferentes (entrevista donde la cámara es un incomodante vs. retrato en donde los actores se notan acostumbrados y cómodos para actuar). Crónica de un verano cuestiona las visiones estereotípicas para retratar la verdad, su riqueza está en el collage de verité/no-verité y ante todo, en el contraste de técnicas, individuos y posturas, como en el cuestionamiento hacia el director mismo, cuando le preguntan si es que él es feliz.




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