jueves, 27 de mayo de 2010

"The Thin Blue Line" de Errol Morris (1988).







La cámara de Errol Morris tiene un afán detectivesco que destaca el oficio de éste documentalista. Pero lo que distingue a Morris es el interés que tiene por la gente. Personajes excéntricos, al borde de la razón y la coherencia, son los protagonistas de The Thin Blue Line. Ellos son también las encarnaciones de las instituciones retratadas por este documentalista estadounidense, crítico con los sistemas de su nación, en este caso, el judicial. Testigos disfuncionales, jueces sanguinarios, policías mentirosos... Morris los retrata con agudeza. El sistema judicial tiene rostro y por lo general, está distorsionado por muecas de locura. Como menciona Roger Ebert "Morris está fascinado por gente extraña, por elecciones de lenguaje y maneras de hablar peculiares, por ciertos símbolos o creencias que pueden convertirse en fetiches con el poder de gobernar la vida humana" (http://www.errolmorris.com/content/review/tbl_ebert.html).



La cuestión de la verdad en esta película tiene una particular importancia. ¿Qué influye en la percepción individual y colectiva para llegar al autoconvencimiento de la realidad? Los prejuicios, los afanes de protagonismo, la irracionalidad y hasta las patologías, nos dice Morris, mientras entrevista a una exaltada Emily Miller. Miller es una mujer decadente, de un rubio falso típicamente norteamericano, con los ojos desorbitados casi como si estuviera drogada. Emocionada empieza a hablar de cómo desde pequeña le ha atraído jugar a ser detective, a resolver los misterios a su alrededor. Vemos imágenes de archivo de una película de misterio, entra el score de Phillip Glass sutil, pero sumamente sugestivo. Es una música irónica que enmarca a Miller en su ridiculez y enfermedad. Sabemos que miente desde el principio. Las herramientas de Morris están veladas, pero son sumamente poderosas.

La repetición hipnótica de la reconstrucción de la escena también va construyendo en el inconsciente del espectador. Morris no necesita una voz en off que dicte sentencias desde el principio, la circularidad de esta escena, su ritmo tétrico y puesta en escena artificial, acompañada de nuevo de un score que sugiere la sospecha, nos deja ver que hay algo oscuro detrás del caso. El caso es una puesta en escena, con una dirección de arte en blanco, azul y rojo, los colores de una patrulla, pero también los de la bandera de Estados Unidos. El evidenciamiento de elementos típicamente norteamericanos como el logo de Burger King. El caso de David Harris es un producto hollywoodense. Un caso cerrado dramáticamente a expensas de la libertad de un hombre inocente.



Al poder observar la factura de las recreaciones, Morris nos deja al aire un cuestionamiento que tiene que ver con el quehacer documental. ¿Qué tiene que ver el naturalismo con la verdad? The Thin Blue Line es el justo opuesto del cinéma verité. Aquí no hay una pretensión de verdad genuina a través de la transparencia de los medios, aquí existe la tesis de que toda verdad es una construcción y por lo tanto, es tan viable llegar a ella mediante la ficción que mediante las convenciones de naturalismo que manejan ciertas escuelas documentalistas.

Concluyo con una cita de Morris en una entrevista con motivo de un artículo muy interesante del NY Times acerca del papel de los reenactments.
"Memory is an elastic affair. We remember selectively, just as we perceive selectively. We have to go back over perceived and remembered events, in order to figure out what happened, what really happened. My re-enactments focus our attention on some specific detail or object that helps us look beyond the surface of images to something hidden, something deeper – something that better captures what really happened." (http://opinionator.blogs.nytimes.com/2008/04/03/play-it-again-sam-re-enactments-part-one/)

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